Columna de Opinión
 

#RegresemosYa

 

Por: Salvador Paiz
 
En las calles de nuestro país vemos movimiento por doquier. El tráfico está de vuelta, los negocios y tiendas operando con regularidad y las personas en su vida normal. El bullicio muestra una ciudad activa. Todo ha regresado a la normalidad, excepto las escuelas. En todo nuestro país existen miles de escuelas que permanecen abandonadas y en silencio. Y, lo que es peor, cientos de miles de niños que retroceden con cada día que se les veda el acceso a la educación. 

Salvo por algunos modestos inconvenientes por las medidas de cuidado e higiene, la pandemia pareciera no tener mayor efecto en los negocios y en nuestro quehacer diario. De hecho, de acuerdo con datos del Banco de Guatemala se proyecta un crecimiento económico de 5 por ciento para 2021. Esto es sumamente positivo y denota que nuestra recuperación económica va en buen camino. No obstante, es inexplicable e inexcusable que los adultos hayamos retomado nuestra vida, pero los niños no. Los adultos podemos ir a trabajar, ir al centro comercial o hasta ir a tomarnos una cerveza sin mayor restricción. En cambio, los niños no han podido regresar a su escuela y retomar su aprendizaje. ¿En dónde están nuestras prioridades? ¿Qué acciones podemos tomar nosotros, los padres y adultos, para asegurar las condiciones para que las aulas de clase puedan reabrir sus puertas?

La abrumante mayoría de los niños de nuestro país llevan más de un año y medio sin poner un pie en su aula de clase. ¿Qué han hecho todo este tiempo? Durante los últimos 18 meses algunos de ellos han logrado llevar una educación a distancia relativamente bien, pero es innegable que los resultados de este modelo son inferiores. Algunos niños no han podido continuar con este modelo a distancia por falta de recursos tecnológicos o falta de conectividad. Su educación ha sido truncada por completo. Sin escuela, muchos padres de familia han optado por llevar a sus hijos a trabajar con ellos. Durante la prepandemia, el 15 por ciento de los niños guatemaltecos se encuentran en situación de trabajo infantil. Este dato, y el consecuente abandono escolar, seguramente aumentará debido a la pandemia. 

No podemos seguir vedando la educación de los niños guatemaltecos. Es una discriminación cruel e injusta contra nuestra población más importante y vulnerable. Todo ello a pesar de que el nivel de vacunación de docentes ya está muy avanzado. La base de datos SIGSA indica que el 95 por ciento de los maestros ya tiene primera dosis y 76 por ciento ya cuenta con un esquema de vacunación completo. Por otro lado, gracias a la iniciativa “Juntos por un regreso a clases seguro”, 17 mil centros educativos del país cuentan con insumos que les permitirán crear espacios seguros. Con ello me atrevería a decir que muchas escuelas ya están listas para abrir sus puertas, pero aún no lo hemos permitido. ¿Por qué? ¿Por qué mantener a los niños enjaulados? 

Nosotros somos los adultos de hoy. En nuestras manos está la responsabilidad de cuidar y resguardar a los niños de nuestro país, y uno de los derechos más fundamentales es su educación. ¿Cómo les explicaremos a nuestros hijos que les prohibimos aprender? ¿Cómo les diremos que sus años de escolaridad, de por sí bajos y de pobre calidad, los redujimos por decreto? ¿Quién se hará el principal responsable de este acto cruel? El retroceso que todo esto implicará para nuestro país es imposible de anticipar y medir. No podemos continuar así. El 2022 debe ser un año diferente. ¡Regresemos ya a nuestras escuelas! 

 

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